Recibir el diagnóstico de cáncer es terrible pero hay que asumir la situación y poner en marcha todos los mecanismos de defensa a nuestro alcance para luchar y vencer la enfermedad. No soy dado a airear aspectos de la esfera de la intimidad pero en este caso me hubiera gustado conocer otras experiencias y por eso cuento la mía, por si ayuda y reconforta a alguien.
Detección del cáncer de próstata
A partir de los 45 años empece a hacerme pruebas periódicas del cáncer de próstata y de colon, los más frecuentes en el hombre, porque su detección precoz es importante para tener más posibilidades de vencerlos.
Nunca había sentido molestias de ningún tipo pero en el año 2011 (con 61 años) la prueba del PSA en sangre (antígeno específico de la próstata) sobrepasó los límites establecidos (PSA > 4). Algo pasaba en la próstata. Para saber si es benigno o maligno hay otra segunda prueba en sangre que también dió positiva (la ratio PSA libre/PSA total < 0,14). Aún así hay que confirmarlo con una biopsia.
La primera biopsia (con 6 muestras) resultó negativa. Catorce meses después las pruebas del PSA en sangre aumentaron la sospecha de malignidad, sin embargo la segunda biopsia (12 muestras) volvió a resultar negativa. Sabiamos que el cáncer estaba, pero si 12 muestras en un volumen del tamaño de una nuez no lo detectaban es que todavía era pequeño.
Ocho meses más tarde (Sep-2013) el PSA siguió su tendencia y ahora la biopsia dió positiva en 2 de 20 muestras. El diagnóstico fue «Adenocarcinoma confinado en la próstata, con Grado de Glasson 3 + 3 = 6/10 (agresividad media)».
Desde el principio tuve el convencimiento de que era cuestión de tiempo detectar el cáncer. Me inquietaba pero a la vez me daba tranquilidad la actitud y vigilancia del urólogo. Durante todo ese tiempo mantuve una vida normal y evité especular sobre ello. Solo lo sabían personas muy allegadas a las que siempre procuré restar importancia.
Tratamiento del cáncer de próstata
A la vista de los resultados positivos de la última biopsia, y tras confirmar con una resonancia magnética que el tumor no parecía afectar a otros órganos, el urólogo me informó sobre los diferentes tratamientos a seguir:
- Prostatectomía radical (extirpación de la glándula prostática con cirugía abierta, con laparoscopia o con laparoscopia robótica).
- Radiación (radioterapia o braquiterapia).
- Congelación (crioterapia).
- Hormonoterapia (tratamiento con hormonas).
Me recomendó prostatectomía radical asistida por «Robot da Vinci», con conservación de haces neurovasculares. Me explicó que lo más seguro era extirpar la glándula prostática y una porción del tejido circundante, incluyendo la vesículas o glándulas seminales aunque respetando los haces nerviosos.
La prostatectomía radical es una cirugía compleja porque el área objetivo es reducida, en un lugar de difícil acceso, y la gándula prostática está ligada a otros órganos y rodeada de vasos sanguíneos y haces nerviosos que afectan al control de la orina y la función sexual. No obstante esta cirugía está muy experimentada y no suele presentar problemas.
Tradicionalmente se venía aplicando la cirugía abierta, pero si el diagnóstico lo permite (diagnóstico temprano) se utiliza cada vez más la laparoscopia y últimamente la laparoscopia robótica por ser mucho más precisa, menos agresiva y con mejor recuperación.
Antes de tomar la decisión consulté a otros urólogos y concluí que en manos de un cirujano experimentado cualquier método de cirugía es efectivo para el tratamiento de este cáncer (cirugía abierta, laparoscopia clásica o laparoscopìa robótica).
Ahora bien, los riesgos quirúrgicos y efectos secundarios de la prostatestomía radical pueden minorarse con laparoscopia:
- La laparoscopia tiene menos complicaciones operatorias y post-operatorias que la cirugía abierta: Menos dolor, menos pérdida de sangre, menor riesgo de infección, cicatrices más pequeñas y permite una recuperación y convalecencia más rápidas, pues hay menos que curar, menos área expuesta a la infección y menos trauma general para el cuerpo.
- Y la laparoscopia robótica es todavía más precisa (robot da Vinci); permite extirpar la próstata con acciones mínimas, precisas y eficaces, y por tanto con mayores posibilidades de preservación de los delicados e importantes nervios presentes en esa zona, reduciendo el riesgo de padecer efectos secundarios como la incontinencia urinaria o la impotencia sexual.
Creo que es bueno consultar también a especialistas de otros tratamientos del cáncer de próstata (radioterapia, crioterapia y hormonoterapia). Al parecer la branquiterapia da buenos resultados en ciertas condiciones y tiene pocos efectos secundarios. Incluso hay quien prefiere seguir con el tumor vigilado mientras se pueda (es importante para personas más jóvenes). Yo no llegué a consultar con especialistas de esos procedimientos.
Extirpación de la próstata con robot Da Vinci
Me decidí por la prostatectomía radical con laparoscopia robótica y al mes del diagnóstico de cáncer entré en el quirófano. Por cuestiones puramente administrativas con mi aseguradora, que no vienen al caso, cambié de urólogo a última hora. La intervención fue en la Clínica Santa Elena de Madrid, en La Unidad de Cirugía Robótica de los doctores Giménez Artieda, Madina, Azparren y Martín.
La operación se realizó un jueves por la tarde y el lunes siguiente por la mañana recibía el alta hospitalaria. La recuperación fue rápida, sin complicaciones, sin grandes molestias, con pequeñas cicatrices que hoy no veo y, lo más tranquilizador, todo apuntaba a que el tumor había sido extirpado completamente y así lo confirmó el posterior análisis patológico de las muestras (tumor confinado a la próstata).
A los diez días me retiraron la sonda. Al principio no controlaba la orina. La incontinencia es molesta pero se soporta utilizando protectores (en la farmacia orientan adecuadamente). Hacía los ejercicios de Kegel para fortalecer la musculatura de la zona pélvica y empecé a cambiar mi dieta alimenticia hacia una dieta anticáncer.
Tenía un trabajo cómodo muy cerca de casa y no fue necesaria la baja médica, me entretenía y me ayudaba a llevar mejor la recuperación.
Lentamente iba notando mejoría. En la sexta semana casi habían desaparecido las incomodidades aunque mantenía alguna incontinencia. Empezaba a recuperar todas mis actividades cotidianas y hacer ejercicio físico suave.
A los dos meses de la intervención el primer control de PSA en sangre fue optimista (< 0,010 ng/mL); el resto de indicadores habituales fueron normales, se notaban los buenos efectos de la dieta alimenticia (básicamente la dieta de la pirámide inferior pero reduciendo los productos lácteos).
Las pruebas médicas periódicas fueron muy esperanzadoras (cada 6 meses el PSA y cada año un TAC o resonancia magnética de la zona abdominal y pélvica). Estaba satisfecho con los resultados y yo personalmente me cuidaba bastante.
Poco a poco fui recuperando el control urinario aunque la función sexual es más lenta. Pensar que es una cirugía bastante compleja, se extirpa la próstata, el tejido circundante y la glándulas seminales, el organismo ya no produce semen y los haces nerviosos responsables de la erección están tocados o faltan (y cada caso es diferente depende del avance cáncer, de la intervención y de la persona).
A los 3 años hacía vida normal, procuraba seguir la dieta anticáncer, hábitos de vida saludables, actividad física regular y mantener el equilibrio emocional.
Calcificaciones en la vejiga. Susto post-operatorio.
A los 15 meses de la operación tuve un síndrome miccional (necesidad de orinar con frecuencia, poca cantidad y bastante dolor). Después de un tratamiento de antibióticos los síntomas no retrocedían y en las pruebas médicas no aparecía infección.
El urólogo me practicó una cistoscopia (entrar en la vejiga y ver), y el diagnóstico no era seguro: posible cistitis incrustrante con calcificaciones en la vejiga; tratamiento: Uronefrex para mantener la orina con un PH ácido (3 cápsulas al día de 125 mg); de no dar resultado habría que limpiar la vejiga con cirugía y tomar muestras para análisis patológico.
Pasados dos meses el síndrome miccional fue cediendo y la segunda cistoscopia mostró una vejiga muy mejorada. El tratamiento con Uronefrex había sido eficaz. Resultó ser una cistitis incrustante originada por gérmenes resistentes a los antibióticos.
Según parece la cistitis incrustrante o incrustrada (y las calcificaciones) puede ser provocada tanto por un cáncer de vejiga como por bacterias resistentes a los antibióticos; estas bacterias se instalan en el organismo por cualquier intervención (sonda, bioxia, cirugía, etc.). Viven y se desarrollan en un entorno alcalino pero mueren en un entorno ácido. Así que el tratamiento consistió en cambiar por un tiempo el PH del sistema urinario de alcalino a ácido; es como si a una pecera con peces de agua dulce se le pone agua salada.
La cistitis incrustante o incrustada es un proceso frecuente que se caracteriza por la precipitación de sales en la mucosa vesical. La precipitación e incrustación de las sales necesita de:
- Orinas alcalinas con pH por encima de 7.
- Existencia de daño vesical previo (por sondas, cirugía, suturas, tratamientos contra el cáncer, etc.).
- Infección urinaria por gérmenes de tipo urealítico (germen oportunista, difícil de detectar y bastante resistente a los antibióticos).
- Situación de inmunodepresión.
Y es que ocasiones de provocar una infección no faltaron en un momento de bajas defensa (tres bioxias para detectar el tumor, la cirugía para extirparlo y la sonda del post-operatorio).
Lecciones aprendidas con el cáncer
Tras la intervención quirúrgica empecé a documentarme sobre el cáncer y descubrí la importancia de la dieta alimenticia y los hábitos de vida en el desarrollo de los tumores. De haberlo sabido y aplicado antes es probable que hubiera retrasado la enfermedad o incluso evitado, aunque nunca lo sabré.
Un ejemplo: Parece que en China donde los adultos no toman leche ni productos lácteos se producen, en términos relativos, muchos menos cánceres de próstata y de mama que en occidente donde los productos lácteos forman parte de la dieta alimenticia.
Los galenos se centran en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, y lo hacen muy bien, pero se muestran parcos con la dieta alimenticia y hábitos de vida. Por eso a las pautas de vigilancia y control del urólogo conviene añadir una dieta alimenticia cuidada, hábitos de vida saludables, actividad física regular y distanciamiento de situaciones y personas que puedan alterar el equilibrio emocional.
En relación con la cirugía creo que la tecnología es importante pero lo es más la experiencia del cirujano. De hecho hay estupendos especialistas con excelentes resultados con diferentes procedimientos. Por tanto, tecnología sí pero, ante todo, experiencia contrastada del cirujano.
Por último, sigo sin saber que porcentaje de operados recupera plenamente la función urinaria y la erección. Intuyo que bastante menos de lo que se dice y publica. Es un tema del que casi nadie habla. Los urólogos ayudan en su recuperación pero su eficacia es reducida o al menos no funciona con todas las personas, pues depende del daño que causó el cáncer, de la experiencia del cirujano, si pudo respetar o no los haces nerviosos y del organismo de cada persona. En internet circulan estadísticas pero a saber que grado de fiabilidad tienen.
La laparoscopia robótica en España. Robot Da Vinci
En España, en diciembre de 2013, la cirugía robótica “Da Vinci” se estaba aplicando a pacientes del Sistema Nacional de Salud en: Hospital Virgen del Rocío (Sevilla), Carlos Haya (Málaga), Clínico San Carlos (Madrid), Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles (Madrid), Hospital de Bellvitge (Barcelona), Vall d’Hebrón (Barcelona), Hospital Txagorritxu (Vitoria), Hospital Civil de Basurto (Bilbao), Hospital de Donostia (San Sebastián) y Hospital Marqués de Valdecilla (Santander).
La sanidad privada también estaba apostando por la robótica Da Vinci y en la misma fecha se estaba utilizando en: Fundación Puigvert (Barcelona), Clínica Quirón (Barcelona), Clínica Teknon (Barcelona), Clínica Virgen Blanca (Bilbao), Clínica Universitaria (Navarra), Hospital Ruber Internacional (Madrid), Clínica Santa Elena (Madrid), Clínica La Zarzuela (Madrid), HM en San Chinarro (Madrid), Policlínica Gipuzkoa (San Sebastián) y Hospital USP San Jaime (Torrevieja). Además, por entonces había dos robots para formación y acreditación de cirujanos en el Centro CMAT de la Fundación Lavante (Granada) y en el Centro Valdecilla Virtual (Santander).